ECCE HOMO
He ahí, el que gravita, se ilusiona, huye o desaparece. El que ignora cuándo terminará su calvario, y otras cosas, como las que cercan sus días, o las otras, que jamás serán tiempo ni forma. El azar lo elige para vivir sin objeciones; la naturaleza se inclina y obedece al destino. El alma, carente de sangre, de ideas y memoria, lleva las heridas envueltas en su seda traslúcida e intangible, como ofrendas a la muerte.
La ansiedad deviene una aciaga disciplina, el reloj, un talismán. El corazón se rebela contra la inacción, pero envidia a los gatos, y en esta contradicción, sufre de pena y de deseo. Y un día, su precario universo se vuelve inanimado. Los colores se diluyen entre transparencias, los astros se asoman informes, y la fascinación por el arte o el placer decae.
Es entonces cuando la memoria amoral y segmentada se adueña de su presente y lo convierte en un revisionista, en un falso historiador que tarde o temprano terminará justificándose, como cualquier deidad.
El Alma de la Pena
El alma de la pena es un hada insomne
que ronda por los tímidos rincones de la casa,
desparramando luces precarias
y perfumes florales de inciensos.
Cada vez que aparto un recuerdo
del misterioso devenir,
me acuerdo de tantos olvidos;
el tamiz de los sentidos,
el arca del sueño,
las voces del delirio
y otros paños fríos de esa pena ardiente.
El temor es presente; la soledad, futuro.
Y, como el mar, cuidan sus secretos
persuadiendo las noches
y los astros taciturnos.
GENEALOGÍAS
Ahí está el libro de mi abuelo, buscando un dueño;
las historias de mi padre, sin ecos;
la decrépita agonía de mi madre;
las sonoras voces de hermanos.
un jardín de rosas y jazmines;
mis pocas cosas conmigo;
mi hijo enamorado.
Entre tú y yo, las palabras;
entre mares y deseos,
la siesta lenta del verano.
Lo Que Fue
Cuánta verdad en esa piedra que cayó al río;
qué ciertas serían las heridas
que se esconden en su centro
si no fuera por el peligro,
por ese sigilo escalofriante que guardan
las palabras censuradas.
Encontré una moneda,
o me encontró la suerte.
Ya estaba aquí cuando el azar
halló un camino hacia mi soledad.
La luna me descubre cada noche;
sin embargo, no me ve ni me habla.
La noche es mía y no lo sabe ni lo siente.
Pero tú me tienes,
y eres dueña de mis manos;
me piensas y lloras,
pero no puedo nombrarte.
No eres la noche ni la luna,
tampoco palabras.
En este ir y venir que mueve las certezas
hasta reducirlas a partes e ignorarlas,
ocurrieron las cosas.
Descripciones
Tus piernas lúbricas y tu boca artesanal
viven en un cuerpo extenuante, sólido
como un secreto.
Una historia va en mi lengua,
dialogando con los labios
sobre el polvo del pasado
y los frágiles momentos
demorados en mi pensamiento.
Y sobre estas incógnitas del tiempo,
que, como murallas, me protegen de sus vientos,
hay largos silencios escuchando,
hay rumores que alertan mis miedos
y despiertan las sombras de la tierra.
Pero tus poderosas manos
que mojan mi espalda
me buscan incesantes y dulces
y puedo ver el enigmático reloj del deseo.
LEITH PARISH GARDEN
Atravesando el parque
del cementerio amohosado,
donde brota el agua de los bebederos,
iba distraído, mirando mis pasos,
impasible.
Iba creyendo y olvidando,
sin rumbo claro,
solo caminando.
Y, en un momento memorable
o distinto,
algo redimió mi alma subyugada.
Volví sobre los pasos,
esta vez atento, concibiendo un regreso.
Durante aquel trayecto retrospectivo
miré hacia los costados
y encontré la amistad cubierta de tiempo,
ni demacrada ni envejecida.
Estaba ahí, como yo, caminando,
y no me atreví a preguntar desde cuándo.
Más atrás, casi en el horizonte,
fingiendo resignación o alegría,
encontré unos girasoles,
esperando,
como margaritas en el ocaso.
Y sin más fuerzas que ofrecerle al destino,
me dejé arrastrar,
sorteando las encrucijadas y defectos
de aquel onírico camino.
Me acerqué a al bebedero
de la parroquia encantada,
al agua que brotaba, sin cause
ni memoria,
a calmar la sed y el presente
de palabras secas en la garganta,
de sonidos débiles y omnipresentes.
Una vez más
Una vez más, es tiempo de cambio.
El conflicto que acusa el futuro
se zanja en una guerra.
Con la verdad perfectible
y el dolor remediable, pero necesario,
nos iremos de un mundo roto,
como si a nada hubiéramos venido
aquel día memorable.
Una vez más, podré enamorarme,
y lucirán frescas las margaritas.
Vendrán lluvias de otoño,
besos dulces,
y un café que impregne de ternura las mañanas.
Una vez más, la libertad será mi amante,
escondida entre las estrellas,
que, engañado, buscaré en la pureza de las nubes
o en la complicidad de la luna.
Y otra vez, el todo será poco,
aunque vierta el corazón sobre mis manos.
Una vez más, los días pobres
y la humanidad vencida,
a pesar de la abundancia,
de la juventud eterna e infinita.